El furioso llanto de Chavela Vargas

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Hay que romperse para resucitar. Hay que llorar riendo. Hay que arrodillarse para no caer.

(¿Pero por qué llorabas tú, Chavela Vargas? ¿Por qué romperte tanto? Arrodillarte tanto erguida: ¿para qué, para quién? Ni sé para quién es esta amargura, pensó una vez César Vallejo: otro majestuoso mendigo; otra llaga, como tú.)

Se puede vivir en carne viva y no morir. Se puede. Se puede y se debe: aquí el ejemplo en llamas. Esta mujer que más que una mujer se diría un tótem; un ídolo antiquísimo hecho mujer y furia y lágrima. Se puede ir por ahí en carne viva, con un puñal en una mano y en la otra el corazón, chorreando, delante de un micrófono como un altar, sobre las tablas calientes del acantilado. Se puede. Y, si uno es un artista, sobre todo si se pretende artista, radicalmente debe.

¿Quién era, quién es esta mujer?

[nueva entrega de Gentes de mal vivir, en CTXT]

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